22/10/2018

El hombre fue detenido en 1971 por orden del Juzgado Federal de Bell Ville y alojado en un hospital psiquiátrico. El supuesto enfermo mental es hoy una persona normal, según informes de la Colonia Vidal Abal.


Miguel Arroyo nació en Buenos Aires el 2 de diciembre de 1948. El 27 de agosto de 1971, cuando contaba con 22 años, el muchacho que levantaba paredes de edificios y cosechaba en el campo tuvo la mala suerte de trabajar en Córdoba y de encontrar en su camino al entonces juez federal subrogante de Bell Ville, Eudoro Vázquez Cuesta.


Por estas horas, es imposible conocer las circunstancias de su detención, pero lo cierto es que, por lesiones leves (excarcelable), aquel magistrado ordenó su procesamiento y encierro en el hospital psiquiátrico Emilio Vidal Abal, de Oliva.


Hoy resulta imposible saber por qué causa fue detenido, ya que hace dos años hubo una importante quema de expedientes judiciales del Tribunal Federal de Bell Ville. Obviamente de casos que se supone habían prescripto. Sin embargo, Arroyo, más de 47 años después, sigue procesado y encerrado, superando el récord del psicópata y múltiple asesino Carlos Eduardo Robledo Puch, quien está preso desde el 4 de febrero de 1972.


En esa época gobernaba el país un presidente de facto, Alejandro Agustín Lanusse. Fue sucedido por Héctor Cámpora, elegido en elecciones democráticas. Luego vino el tercer mandato de Juan Domingo Perón. Al fallecer el líder peronista asumió su segunda esposa, María Estela Martínez. La débil mujer no resistió el embate militar y resignó su mandato ante la más feroz dictadura de la historia argentina. Vendrían, en el retorno a la democracia, Raúl Ricardo Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Adolfo Rodríguez Saá (sólo una semana como presidente), Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri.


¿Se habrá enterado de todos estos cambios institucionales el ciudadano Miguel Arroyo? Probablemente no. La falta de memoria de un juez federal y de sus colaboradores más el desinterés institucional de un “loquero” convertido en depósito de seres humanos contribuyeron a que el muchacho desapareciera para ser un prisionero, un loco más, sin nombre.


Debieron transcurrir 47 años para que se visualizara un interés humanitario por esa gente depositada en la Colonia Vidal Abal, en especial por Arroyo, el menor de una familia diezmada por el paso de los años que hoy no tiene otro lugar para ir a vivir, pese a ser considerado “una persona normal”.


Una asistente preocupada


La voz de alarma para que “salte” un caso inédito en la historia judicial argentina la dio la asistente social Consuelo Bisconti. La licenciada en Trabajo Social que forma parte del equipo interdisciplinario de la Unidad Asistencial 10, donde están alojados Arroyo y otros 18 gerontes (estamos hablando de un geriátrico y no de un “loquero”), se mostró interesada y preocupada por un paciente de conducta normal, y al revisar la ficha de ingreso, se dio con la increíble realidad: Arroyo estaba procesado en una causa penal identificada como 2-A-75.


“Disponer que Miguel Arroyo permanezca internado en la Colonia Vidal Abal de Oliva, en donde actualmente se asiste, de donde no podrá salir sin resolución de este juzgado y previo informe favorito de peritos...”, dispuso Vázquez Cuesta. Ni el juez ni los peritos se acordaron más de este supuesto autor de lesiones leves. Y así le fue. Debió esperar que una trabajadora social leyera su ficha de ingreso y comprobara que Arroyo estaba a disposición del juzgado de Bell Ville y procesado desde hacía 47 años.


Mayúscula fue la sorpresa del flamante juez federal de Bell Ville, Gerardo Pinto, al recibir una llamada de la profesional para consultarle por el estado procesal de Arroyo. El magistrado dio participación al defensor público oficial Mauricio Zambiazzo y ambos realizaron diligencias en la institución de salud mental donde hay alojados unos 420 pacientes, en su mayoría por adicciones. Pudieron conocer a Arroyo. Y los informes de los profesionales fueron contundentes.


“Él ingresó en 1971 por un supuesto cuadro de esquizofrenia”, precisó Bisconti. Y se lamentó porque no hay familiar conocido al cual se pueda acudir. “Sacarlo de acá, de este hospital, es dejarlo en absoluta soledad y sin vínculos afectivos que puedan acompañarlo; aquí está completamente estabilizado”, opinó.


Lo sorprendente del informe realizado en las entrevistas del juez y del defensor oficial a los profesionales se puede resumir en lo siguiente: “El estado de salud es estable, no presenta patologías, se maneja solo, puede comer e ir al baño, no tiene fiebre, los signos vitales están dentro de los valores normales. En palabras médicas diuresis y catarsis positiva, camina, deambula, se alimenta por sus propios medios, circunstancias que en un geriátrico son positivas”.


Arroyo, por antojo de un juzgado y por la indolencia institucional, pasó 47 años procesado y encerrado. Por estas horas, el juez federal de Bell Ville y el defensor oficial están tratando de buscar respuestas a lo inexplicable.


La hermana del preso desde hace 47 años rompe el silencio


Dijo que durante mucho tiempo no le permitieron que lo viera en el neuro de Oliva. Le enviaba ropa y comida, que nunca le llegaban. “Cuando pude verlo, era piel y huesos”, se quejó la mujer.


Sin haber matado a nadie, Miguel Arroyo lleva más tiempo encerrado que Robledo Puch.


Miguel Arroyo, el hombre que desde hace 47 años está imputado por lesiones leves y permanece encerrado en el hospital para enfermos psiquiátricos Vidal Abal, de la ciudad de Oliva, por orden del entonces juez federal subrogante de Bell Ville Eudoro Vázquez Cuesta, ha vivido una verdadera pesadilla de la que nadie se ha hecho cargo hasta ahora.


El increíble caso que ayer reveló La Voz salió a la luz a partir del interés de Consuelo Visconti, una asistente social que estaba en contacto con el paciente Arroyo y se sintió interesada por su historia personal, ya que lo veía como una persona común, que podía irse a vivir con familiares, después de haber ingresado a la institución el 27 de agosto de 1971.


Al leer la ficha de quien ingresó como posible enfermo de esquizofrenia, Visconti advirtió que Arroyo estaba procesado por lesiones leves, desde su ingreso al hospital por orden del juez Vázquez Cuesta, en la causa penal 2-A-75. El referido magistrado hizo detener a Arroyo en 1971 y recién en 1975 inició una causa que de inmediato pasaría al olvido.


Esto se desprende de los antecedentes obrantes en el hospital Vidal Abal, porque el expediente de Arroyo fue destruido el 27 de febrero de 2015, lo que surge del “Archivo de actuaciones relacionadas con la destrucción periódica de expedientes judiciales”. Es de suponer que esto está relacionado con la prescripción de las causas.
Este medio pudo reconstruir el caso a partir de datos surgidos de fuentes del referido juzgado federal y de la colonia de enfermos mentales devenida en una suerte de geriátrico y centro de admisión de personas con adicciones.


En la actualidad, Arroyo está alojado en la Unidad 10, junto con otros 19 gerontes.


Sin embargo, antes vivió un infierno en la villa N° 10 del centro de salud cordobés, según afirmó Ramona Arroyo (78), hermana del hombre que lleva más tiempo encerrado que el múltiple asesino Carlos Eduardo Robledo Puch –“el Ángel Negro” o “el Ángel de la Muerte”–, cuyo caso criminal inspiró recientemente una película.


Robledo Puch se encuentra preso desde el 4 de febrero de 1972.


“Miguel siempre fue un poco nervioso, pero no era violento, no tenía ninguna enfermedad”, sostiene Ramona.


“Él, como toda la familia, me llamaba ‘Monona’, no Ramona, desde que era chiquita”, cuenta la mujer afincada en Malvinas Argentinas, en la provincia de Buenos Aires.


“Monona” desconoce la causa judicial que el mes pasado “saltó” de manera interna por la curiosidad y el interés de una trabajadora social respecto de un paciente.


“No tenía problemas”


La mujer afirma y reafirma que su hermano “no tenía ningún problema mental”. “Él trabajaba levantando paredes de edificios; además trabajó mucho tiempo en el campo”, recupera.


“Cuando vivía Enrique, mi marido (quien falleció hace cinco años), viajamos varias veces hasta allá para verlo. Pasamos dos o tres navidades juntos... Los fines de semana, lo sacábamos para ir a comer al pueblo… creo que se llama Oliva, ¿no?”, agrega.


“Monona” cuenta que hay un antes y un después de las visitas a su hermano.


“Ahora está en la unidad 10, estaba bien y creo que sigue bien. Pero antes fue espantoso. Lo tenían en la villa 5, nos llamaban a Buenos Aires para pedirnos ropa, víveres y alimentos para mi hermano menor. El médico que estaba a cargo de esa villa y otras personas ya no están más, pero usted no sabe lo que pasamos ahí...”, señala la mujer. Y agrega: “Me pedían ropa para una persona de 100 kilos. Cuando lo vi a mi hermano, era piel y huesos. Se quedaban con todo lo que les mandábamos. Por eso, cuando viajábamos para verlo, nos decían que no podíamos porque Miguel se ponía muy nervioso y nuestra visita le haría peor. Era para que no nos enteráramos de que se robaban las cosas. Después, en la unidad 10 todo cambió. Estamos agradecidos al doctor Pascual”, refiere “Monona”.


La hermana de Miguel Arroyo ya no puede viajar para visitarlo, ya que la artrosis que padece en ambas piernas le impide caminar.


“Encima, tengo una enfermedad en mi organismo que me afecta la vista. Veo todo borroso. Lo heredé de mi abuela, que murió ciega”, se justifica.


Sin embargo, se pone feliz cuando se entera de que Miguel está bien, que se maneja, se higieniza y se alimenta solo, sin ayuda de nadie. Que es una persona normal.


Lamentablemente, seguirá institucionalizado porque no tiene dónde ir. Todo gracias a un olvido judicial.


 


 


Fuente: La Voz

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