01/01/2019

Jair Bolsonaro asumió la presidencia de Brasil hasta el 31 de diciembre de 2022 al jurar sobre la Constitución en una ceremonia realizada ante la Asamblea Legislativa en el Congreso Nacional, presidida por el titular del Senado, Eunicio Oliveira.


También juró el vicepresidente Hamilton Mourao, un ex general que usó un tono militar para leer el compromiso constitucional.


"Prometo mantener, defender y cumplir la Constitución brasileña" y "observar las leyes, por el bien del pueblo brasileño", declaró el ahora gobernante, quien fue seguido por el nuevo vicepresidente Hamilton Mourao, general de la reserva del Ejército, en un juramento similar con la mano sobre la Carta Magna.


Tras prestar juramento como nuevo presidente de Brasil, Bolsonaro pronunció un primer discurso ante el pleno del Parlamento. "Vamos a combatir la ideología de género conservando nuestros valores. Brasil volverá a ser un país libre de las ataduras ideológicas", expresó.


"Convoco a cada uno de los congresistas a ayudar en la tarea de libertad definitivamente al país del yugo de la corrupción, de la violencia, de la sumisión ideológica", declaró Bolsonaro, líder de la ultraderecha brasileña, ante el pleno del Parlamento.


Según Bolsonaro, su Gobierno representará una "oportunidad única de rescatar al país de las amarras ideológicas" y para "combatir la ideología de género" y otros trazos que, en su opinión, imprimieron en la sociedad y la política los anteriores Gobiernos de los progresistas Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff.


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"Vamos a unir al pueblo, a darle valor a las familias, a respetar las religiones y las tradiciones judeo-cristianas", aseguró en un discurso de diez minutos. "Brasil por encima de todo y Dios por encima de todo", remarcó.


"Quiero agradecer a Dios por estar vivo", señaló, en referencia a la puñalada que sufrió en el abdomen durante la campaña. "Además, le agradezco a los brasileños que confiaron en mí, en la honrosa misión de gobernar el país en un período de enormes desafíos", agregó.



El ex capitán del Ejército Jair Bolsonaro llegó con una caravana oficial a la Catedral de Brasilia a las 13.44 hora Argentina (14.44 de Brasil), donde se inician los ritos para la toma de posesión del mando, que continuarán con la jura en el Congreso Nacional el recibimiento de la banda presidencial en el Palacio del Planalto por parte de saliente Michel Temer.


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El paso de mando se llevó a cabo bajo un extremo operativo de seguridad para recibir a unas 500 mil personas. Así, 3500 hombres de fuerzas armadas, policía federal y de Brasilia son algunas de las medidas. A esto se le suma alambres de púas rodeando ministerios y misiles antiaéreos dirigidos por láser.


Con argumentos de campaña en defensa de la tortura y de reivindicación de la dictadura militar, Bolsonaro fue elegido en segunda vuelta con el 55% de los votos y se ha transformado en un fenómeno que supo aglutinar a los descontentos con la política tradicional, a los rivales del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), a parte de los referentes de la Operación Lava Jato y a quienes aún reivindican a la dictadura militar que gobernó el país entre 1964 y 1985.


Su gabinete tendrá 22 ministerios, entre ellos cinco ministros de origen militar, mucho más que en los gobiernos de los dictadores Ernesto Geisel y Joao Baptista Figueiredo.


El representante argentino en la jornada de hoy será el canciller Jorge Faurie ya que el presidente Mauricio Macri no asistirá a la asunción de Bolsonaro.


La asunción de este martes no sólo marca un cambio para el país, sino también para el propio Bolsonaro y su diminuto Partido Social Liberal (PSL), quienes ingresarán por primera vez desde el bajo clero parlamentario (diputados sin expresión) al primer nivel de la política de la principal economía de América latina y una de las potencias internacionales que supieron en algún momento disputar un lugar en la escena mundial a través del espacio de los Brics.


La transición entre la victoria electoral y la asunción de hoy estuvo marcada por la creciente influencia política de líderes extrapartidarios, pero también por un escándalo por movimientos sospechosos financieros de Fabricio Queiroz, un amigo histórico de Bolsonaro que era asesor de su hijo Flavio en la Asamblea de Río de Janeiro.


Además, el futuro ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, fue condenado durante la transición por delitos administrativos como secretario del área en el estado de Sao Paulo, y el próximo jefe de gabinete, Onyx Lorenzoni, del partido derechista Demócratas, admitió haber recibido dinero ilegal de recaudación ilegal de campaña en el pasado.


Nada de esto afectó la imagen del presidente electo.


Bolsonaro tiene entre los brasileños una alta confianza de éxito: el 65%, según Ibope, dijo tener esperanza en que mejorará la situación económica en 2019.


El ascenso de la derecha en Brasil tiene varias explicaciones, pero una central fue la condena a prisión por corrupción del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, favorito en todas las encuestas para las elecciones de este año hasta que fue inhabilitado por su sentencia confirmada en la Operación Lava Jato.


Sergio Moro, el juez que condenó a Lula, será el rostro visible de la administración de Bolsonaro en la lucha contra el crimen: estará a cargo de un superministerio de Justicia y Seguridad Pública y ejecutará un decreto para liberalizar la posesión de armas de fuego entre civiles sin antecedentes penales.


La Cancillería, en tanto, estará en manos del diplomático Eduardo Araújo, un funcionario de un nivel cuatro en las categorías del Palacio de Itamaraty, que fue designado con la ayuda de Olavo de Carvalho, astrólogo radicado en Estados Unidos considerado por muchos como el mentor ideológico de la ola Bolsonaro.


Araújo considera al presidente estadounidense Donald Trump como el "salvador de Occidente contra el marximo cultural del globalismo" y defiende, como ya fue anticipado, una alianza más estrecha con Israel, una vieja promesa de Bolsonaro a los evangelistas con amplias relaciones económicas y religiosas con ese país.


En el área económica, el financista Paulo Guedes, un "chicago boy" defensor del ajuste fiscal, planea dar un salto de privatizaciones, eliminación de regulaciones y reducción presupuestaria para luchar contra el déficit.


Guedes impulsa también la reforma previsional, la gran apuesta del mercado financiero que Temer no pudo hacer por las denuncias de corrupción.

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