26/11/2018

El escenario para los próximos días prevé sol a pleno todavía hoy, con alguna lluvia débil y aislada a partir de mañana, inestabilidad que se sustentará en una escasa humedad en capas bajas de la atmósfera. Desde el miércoles, habrá un leve aumento de la humedad, cielos mayormente nubosos y lluvias algo más significativas y frecuentes (5 a 15 milímetros diarios), y nuevamente lluvias aisladas con breves mejoras temporarias y algún breve chaparrón para el viernes y el sábado con 10 a 20 mm. La zona más lluviosa será la margen del río Uruguay con acumulados de 40 a 50 mm en la semana. No se esperan tormentas, sólo alguna descarga eléctrica para el sábado con el paso de un frente poco activo (el sábado a la madrugada en la zona Sur y para la tarde en el Norte), y que renovará el predominio de los vientos del Sur, la presión relativamente alta, y los días soleados para la semana venidera.


En cuanto a las temperaturas se espera que mantengan agradables, levemente más bajas que lo normal, en una amplitud térmica (diferencias entre temperaturas nocturnas y diurnas) más propia de comienzos de la primavera que de un verano próximo a iniciarse. Las temperaturas mínimas serán todavía algo frescas hoy temprano, con mínimas entre 16 y 18º, y luego de 20 a 21º a partir de mañana, muy parejas en todas las zonas de la provincia y por el resto de la semana. Las temperaturas máximas sólo alcanzarán marcas calurosas hoy con 34º en zona Sur y 32 o 33º en el Centro y Norte. A partir de mañana, con la menor presencia solar, las temperaturas no pasarán de 30 o 31º de máxima por el resto de la semana. Estas condiciones primaverales se deben a un prolongado dominio del viento del sector sur que ha alejado las lluvias torrenciales al este y Nordeste de Brasil.


¿Tornados o tormentas de verano?


Como consecuencia del calentamiento global, cualquier tormenta de verano, en cualquier lugar de la provincia, puede convertirse en un temporal de viento. Ya lo informábamos hace quince años en esta columna cuando una tormenta de vientos desplomó el grueso techo de una estación de servicio en Posadas. No se trató de un tornado, sino del fenómeno opuesto: vientos descendentes. Y la diferencia no es antojadiza, es importante establecerla ya que las medidas de precaución son diametralmente diferentes (en un caso se recomiendan cargas en las paredes sujetando el techo y en el otro cambiar clavadores de madera por ganchos metálicos, en un caso abrir ventanas y en el otro cerrarlas). Los vientos descendentes, a diferencia de los tornados, son muy comunes en Misiones: se producen cuando una nube de tormenta (de esas tipo “yunque” con más altura que base) toca el suelo, liberando los intensos vientos verticales de su interior.


Un tornado sólo puede hacerse presente por un instante en lo alto de las serranías misioneras. Las nubes de una tormenta de verano son muy localizadas, a menudo afectan sólo a un barrio o a una chacra, y pueden “aterrizar” por diferentes causas: en localidades costeras, cuando la tormenta avanza desde el río (más frío) y enfrenta aire caliente en la costa, tiende a sumergirse por debajo del aire local, y la nube se desploma, liberando vientos descendentes. También aterrizan en lomadas o laderas de las serranías, desmontando superficies del tamaño de una cancha de fútbol (sin disturbios por supuesto). Pero los vientos verticales no se limitan a la pequeña superficie donde tocan tierra, sino que continúan luego como fuertes ráfagas horizontales que a menudo cubren grandes distancias. Los tornados, en cambio, se anuncian con una virtual ausencia de vientos (en fotos a la distancia un viento descendente suele confundirse con un tornado), y los daños quedan restringidos a la estrecha franja que transitan, producidos, no por vientos, sino por los objetos que levanta el embudo con su “efecto de aspiradora”.


El verano que se avecina habrá de ser prolífico en fuertes tormentas de verano, no confundamos a la población denunciando tornados en los medios, sólo para justificar una alerta fallida.


Política y meteorología


“El Niño” del 2003 fue muy intenso y anómalo. En lugar de afectar primero a las costas peruanas lo hizo en las costas del centro de Chile, generando lluvias intensas y muy prolongadas en el Paraná Medio y en la cuenca del Salado. Los modelos de pronóstico anunciaban, con casi un mes de anticipación, las prolongadas e intensas lluvias que afectarían principalmente a la ciudad de Santa Fe. Traté de anticipar la emergencia, y me puse en contacto con la secretaria del ingeniero Ramón Puerta, sabiendo de la amistad del senador misionero con el por entonces gobernador santafesino Carlos Reutemann. El aviso llegó a Santa Fe una semana antes de los eventos, pero la respuesta del gobernador fue sorprendente: “Mis ‘técnicos’ me informan que no hay de qué preocuparse”(sic). Naturalmente, como sucede en muchas provincias (Misiones incluida), sus ‘técnicos’ eran operadores de la campaña política que “tocaban de oído” en meteorología. Se necesitó una tragedia con 158 muertes y 135 mil evacuados y una nueva inundación en el año 2007 para que el gobierno santafesino encarase la gestión de riesgos como una política de estado, y con becas de la UBA, más el financiamiento del BID, procediese a la capacitación y equipamiento de un equipo de profesionales en meteorología e hidrología. ¿Deberemos pasar por lo mismo en Misiones?



Por Alfredo Yaquinandi
Computador Científico


 


Fuente: El Territorio


 


 

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