23/11/2018

En el espacio geográfico donde se encuentran Argentina, Brasil y Paraguay, investigadores del CONICET estudian las particularidades de las prácticas vinculadas a la ilegalidad y a la seguridad. Cómo sus resultados pueden promover nuevas políticas públicas.


Contrabando, narcotráfico y terrorismo son sólo algunos de los términos que aparecen asociados a la Triple Frontera, la región en la que confluyen Argentina, Brasil y Paraguay. Las construcciones -muchas veces erróneas- vinculadas a la criminalidad y a la violencia que rige en estos espacios donde vive y trabaja más de medio millón de personas, son analizadas por investigadores del CONICET a través de estudios antropológicos, que se inscriben dentro de la especialidad en defensa y seguridad.


Comprender los significados de la vida en la frontera, las percepciones y las expectativas de quienes las habitan, así como las condiciones en las que se vive, son pasos necesarios para entender por qué no todo se limita a lo que está previsto en los códigos legislativos. Los resultados de las investigaciones aspiran a convertirse en insumos para nuevas políticas públicas que atiendan a las particularidades de la región.


Brígida Renoldi es investigadora adjunta del CONICET en el Instituto de Estudios Sociales y Humanos (IESYH, CONICET – UNaM) y desde hace dos décadas se dedica a los estudios de frontera. Durante su formación doctoral y postdoctoral en la Universidad Federal de Río de Janeiro, participó de investigaciones vinculadas a la seguridad pública, criminalidad y distintos tipos de delitos, que ahora sirven de antecedentes para los relevamientos que se realizan desde la provincia de Misiones.


“En los últimos años me he dedicado a estudiar la problemática del crimen organizado, desde la perspectiva de las instituciones de seguridad que operan en la triple frontera de Argentina, Paraguay y Brasil. Toda esta indagación me ha llevado a pensar en la complejidad de este fenómeno y a notar que cuando se habla de una ‘guerra’ contra las drogas o de una ‘lucha’ contra el narcotráfico, no se tiene en cuenta la densidad de los distintos planos involucrados”, señala.


Según explica la antropóloga, un análisis simplista de fenómenos tan complejos puede tener consecuencias serias. “Terminologías fuertes como narcotráfico, crimen organizado o terrorismo son muchas veces asociadas a determinadas imágenes mediáticas que suelen circular y nos dan una idea bastante encapsulada de lo que serían esas prácticas. Se simplifica el problema y la población termina entendiendo que hace falta más policía, que hace falta más represión y que hay que aumentar el número de cárceles para contrarrestarlos. Estos son algunos de los entramados que necesitamos deconstruir”, indica.


Otra de las aristas que se abordan en estos estudios tiene que ver con la formación de opinión pública que se genera a través de las representaciones mediáticas de las fronteras. “La mayor parte de la circulación de las nociones sobre qué es y qué no es seguro o cuáles son los delitos que se cometen en las fronteras, está formada por nuestra cotidianeidad con los medios de comunicación. La cultura mediática nos tiene a todos inmersos y para poder tener un diagnóstico preciso, es necesario analizar cuál es la percepción de la ciudadanía sobre determinados temas”, explica María del Rosario Millán, investigadora asistente del CONICET en el IESyH.


Desde la perspectiva de la semiótica y la comunicación social, sus estudios analizan la significación de distintos tipos de conflictos sociales en la esfera pública mediática. “La seguridad ciudadana es un tema recurrente en los medios y por lo tanto, es también un indicador de los niveles de conflictividad que se pueden generar por este tipo de problemas. Los medios nos permiten ver los niveles de demandas que logran escenificarse y aquellas que no. Eso nos da una referencia para ver qué alcanza a mediatizarse y de qué manera se obtiene algún tipo de respuestas”, explica.


El resurgimiento de las fronteras


Durante la década de los 90, la conformación de comunidades geopolíticas como la Unión Europea o el Mercosur, produjo una sensación de debilitamiento de las nociones de frontera a nivel global. “Se generó una ilusión de que la vida transnacional y la consolidación de un mundo menos encapsulado podría ser posible”, indica Brígida Renoldi.


Sin embargo, con el inicio del Siglo XXI las fronteras volvieron a adquirir una fuerza particular. “Una de las hipótesis de este resurgimiento tiene que ver con el terrorismo. Las lógicas asociadas a esta práctica fueron las que hicieron repensar el papel de las fronteras e instalaron la idea de que son particularmente peligrosas las fronteras porosas, como la que estamos estudiando”, explica la investigadora, en referencia a la zona en la que se encuentran las ciudades de Puerto Iguazú, en Argentina; Foz do Iguaçu, en Brasil y Ciudad del Este, en Paraguay.


Las dinámicas propias que existen en esta región y las tramas sutiles que operan en los ámbitos de la administración estatal y las economías son, en muchos casos, desconocidas para quienes definen las políticas de seguridad. “Asociar las prácticas de criminalidad con la violencia es un sesgo. Hay muchas prácticas ilícitas que no tienen ninguna expresión de violencia. Probablemente sean las más extendidas. Un ejemplo es el caso de las drogas: se piensa la problemática en las dimensiones de quién consume y quién vende, pero no se tiene en cuenta todo lo que tiene que ver con el movimiento, la producción y la protección de esa sustancia ilegalizada. Son dos planos distintos a considerar”, ejemplifica.


Estas nuevas circunstancias generan la necesidad de contar con un conocimiento más acabado de las características de las fronteras. En ese sentido, la antropóloga considera que los estudios de seguridad son fundamentales para orientar, de manera adecuada, a las políticas públicas.


“Esta línea, innovadora para la tradición de investigación en Ciencias Sociales de la provincia de Misiones, busca estimular próximos estudios que apunten a deconstruir las imágenes que existen sobre la frontera, sobre los delitos que allí se cometen y sobre las posibles maneras de tratarlos. Los estudios etnográficos, como los que llevamos adelante, permiten producir información relevante que puede ser útil para que los gestores de las políticas públicas a nivel nacional re-piensen sus mecanismos de intervención para revertir, mejorar o solucionar situaciones problemáticas”, concluye Renoldi.



Fuente: Prensa Conicet Nordeste

DEPORTES