20/08/2018

Deberá rendir cuentas cada tres meses, en lugar de hacerlo cada seis como ocurrió con los otros países que recibieron salvatajes


Los más jóvenes no se acuerdan de cómo era “antes”: el último de los planes de ayuda que regulan Grecia desde 2010 se termina hoy, con un país más saneado pero marcado por ocho años de austeridad.


Después de Portugal, Irlanda, España y Chipre, Grecia era el último país de la zona euro que seguía bajo el programa de asistencia desde la crisis.


En tres planes sucesivos (2010, 2012 y 2015), en total Grecia recibió 289.000 millones de euros de préstamos, pero las reformas exigidas a cambio por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y las autoridades europeas lo exprimieron: un cuarto del Producto Bruto Interno (PBI) se evaporó en ocho años -el crecimiento volvió en 2017- y el desempleo acaba apenas de caer por debajo del 20% tras un máximo del 27,5% alcanzado en 2013.


Sería “arrogante decir que todo se hizo bien”, expresó Klaus Regling, director general del Mecanismo Europeo de Estabilidad que gestiona el programa actual, en una entrevista con el sitio alemán Spiegel Online. Regling habló de su “enorme respeto” por los griegos, cuyo salario y jubilaciones se redujeron en un tercio durante la crisis.


Pese a que Grecia volverá a asumir las riendas de su destino tras ocho años bajo la tutela de los acreedores, seguirá sujeta hasta 2022 a una estrecha vigilancia, y cada tres meses deberá rendir cuentas de su situación financiera, en lugar de hacerlo de forma semestral como ocurrió con los otros países que se plegaron a un rescate.


Tras el desembolso hace dos semanas del último tramo del tercer rescate, por un total de 15.000 millones de euros, el país cuenta ahora con un colchón efectivo de unos 24.000 millones que deberá servir para, en caso de necesidad, cubrir sus necesidades financieras durante 22 meses.


Si bien la intención del Gobierno de Alexis Tsipras es salir cuanto antes a los mercados, tras la crisis italiana y la actual en Turquía el bono a diez años no logra situarse por debajo del 4%, un nivel que encarece mucho la financiación a través de los mercados.


Las agencias de calificación no ven todavía al bono heleno en grado de inversión, a pesar de que todos, políticos y economistas, se deshacen en elogios sobre los esfuerzos fiscales -sin parangón en la Unión Europea- que ha hecho el país.


Desde la firma del primer programa de asistencia en 2010, Grecia ha perdido el 25% de su PBI y la deuda se disparó del 127% a casi el 180% del mismo.


Al mismo tiempo vivió un éxodo de su población joven, y más de medio millón de griegos abandonaron el país en busca de mejores oportunidades en el extranjero, una sangría importante en una nación que ahora pretende levantarse de las cenizas y necesita capital humano para ello.


Levantar el país no será fácil, teniendo en cuenta que el Gobierno se comprometió a generar superávit primarios del 3,5% hasta 2022, y del 2,2% de media hasta nada menos que 2060.


Aun así, hay datos económicos positivos: en mayo el desempleo bajó al 19,5% situándose por primera vez por debajo del 20% desde septiembre de 2011; en los ocho años bajo programas de asistencia, el país pasó de la recesión (el PBI cayó un 5,5% en 2010) al crecimiento (1,4% en 2017) y del déficit (11,2%) al superávit (0,8%).


A pesar de todo, la población no nota que su vida esté cambiando para mejor, lo que no extraña si se tiene en cuenta que el empleo creado es en buena parte a tiempo parcial, y que cada vez más gente tiene que vivir del salario mínimo de 586 euros mensuales.


Los jubilados, hasta hace poco el sostén de muchas familias golpeadas por la desocupación, han perdido en torno el 40% de sus ingresos, y tres cuartas partes de los pensionados tienen que vivir con menos de 1.000 euros al mes.


Por si fuera poco, las pensiones deberán sufrir un nuevo tijeretazo a partir del próximo año, tal y como lo prevé el acuerdo firmado con los acreedores para la era post - rescate.


En un año electoral como lo será 2019, Tsipras espera poder evitar tener que cumplir este compromiso con los acreedores. Para ello, sin embargo, deberá generar un superávit primario superior al 3,5% del PBI pactado.


El líder de Syriza, que ganó las elecciones en 2015 con un programa izquierdista diametralmente opuesto al que luego aplicó, espera ahora poder dar un rostro más social a su gestión política.


Es probable que en la feria industrial de Salónica en septiembre, que tradicionalmente sirve para anunciar el programa de Gobierno en el nuevo curso político, Tsipras plantee algunas ideas que lleven un sello definitivamente más social que hasta ahora.


Hasta entonces, se espera que haga una remodelación de Gobierno, con nuevas caras que simbolicen el cambio hacia la nueva era de autogestión, en la que uno de los grandes objetivos será recuperar la confianza de los mercados para atraer inversores extranjeros.


En un principio se pensaba celebrar con pompa la salida de los rescates, pero el Gobierno entendió que el pueblo no está para fiestas, mucho menos después de los trágicos incendios forestales de fines de julio que se cobraron casi un centenar de vidas.


 


Fuente: AFP - EFE


 

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