06/07/2018

Se calza las zapatillas y camina por la picada el trayecto que separa su casa de la ruta provincial 13. Una vez que su bastón percibió el asfalto, espera el paso del colectivo que lo trasladará hacia un mundo de oportunidades. Es decir, lo llevará a la escuela. Michael Boor tiene 18 años, es ciego y viaja 34 kilómetros desde Picada Dos Hermanas hasta el casco céntrico de El Soberbio. Allí lo esperan sus profes y sus compañeros del Bachillerato Orientado 38, donde cursa el segundo año. El joven, que tiene entre sus sueños convertirse en periodista, se transformó en un modelo de educación inclusiva.


Se trata de un muchacho como cualquier otro, pero, a la vez, distinto. Inteligente, perseverante, obstinado, según lo define la gente de la comunidad, que sabe de su sacrificio y del mérito de sus progenitores. “Venimos juntos todos los días. Es buen alumno, no se llevó ninguna materia, graba sus clases con el celular y después escucha para decir la lección”, comenta Oscar, su papá, en diálogo con El Territorio.


Su historia desató aplausos de pie por parte de los educadores de otras provincias que participaron ayer de un encuentro de Educación Especial, en Buenos Aires. “Misiones es referente en políticas educativas inclusivas. Fuimos invitados a exponer en la Mesa Federal los avances en el trabajo articulado en toda la provincia. ¡Felicitaciones, colegas!  Orgullosamente misioneros”, publica en su cuenta de Twitter la ministra de Educación, Ivonne Aquino.


Los capítulos de la escolaridad de Michael comienzan a escribirse en la Escuela Especial 42 de El Soberbio. Tenía 8 años cuando sus padres, Oscar Boor y Selva Barrios, encontraron en el establecimiento un pilar de contención.


Michael es el menor del matrimonio Boor-Barrios y su discapacidad se debe a un acto de negligencia médica, en Posadas. “Le quemaron la vista, está todo en manos de un abogado, pero no pudimos ganar nada, no entendíamos mucho en ese momento. Igual, no queríamos plata, sino que le devuelvan la visión”, sostiene Oscar, quien se desempeña como portero de la Escuela 42. Y agrega: “Cuando nació, él podía ver, es sietemesino, pero le pusieron en incubadora sin las vendas. Fuimos a Buenos Aires, al hospital Garrahan, y ahí nos dijeron que le habían quemado los ojos”.


El orgullo de las maestras


Karina Jozami es profesora de Educación Especial en la Escuela 42. Es parte del equipo que acompañó la inserción de Michael, en 2010, a una escuela común. Se inició entonces su vida escolar en un establecimiento de modalidad común, en la Escuela 531 y más tarde, cuando concluye la primaria, arranca en el BOP 38.


Jozami estuvo en Buenos Aires junto a autoridades educativas exponiendo sobre este caso en el cual se destaca el trabajo conjunto y la adaptación de estrategias pedagógicas al alumno.


Patricia Bernal también fue docente del joven cuya foto se viralizó en las redes sociales. “En 2009 empecé a estudiar braille para ayudarlo a él, aunque en la carrera algo ya nos enseñan”, dice la maestra a este medio.


“Íbamos al curso con la mamá del nene, y ambas nos capacitamos en Posadas, en el Centro de Rehabilitación del Ciego, y ya en 2010 comenzamos a buscar una escuela para él y no fue fácil, porque no había normativa, a diferencia de la actualidad. Ahora los padres pueden elegir si sus hijos con alguna discapacidad pueden cursar en una escuela común”, relata.


“Ya no somos sus maestras, somos sus tías. Le tenemos mucho cariño, hasta el punto de acompañar a la familia en sus momentos de rebeldía o cuando no quiere ir a la escuela. Él puede mucho más, tiene una capacidad enorme de memorizar todo y le insistimos en que no abandone el estudio, que sea lo que quiera ser, pero que estudie”. Ese es el legado de una escuela devenida en familia.


Fabrican materiales en braille


Alumnos de la Epet 18, de Puerto Esperanza, plantearon su proyecto de investigación desde la solidaridad: identificaron la necesidad de un niño ciego y crearon materiales didácticos en braille para que él pudiera integrarse en una escuela común. Fue presentado como proyecto dentro de la Feria de Ciencia e Innovación, pero ya ganó la felicidad de Jonatan y toda su familia.


La Feria de Innovación Educativa, Ciencias, Tecnologías, Arte, Soberanía Alimentaria, Desarrollo y Sustentabilidad Ambiental permite que los alumnos del sistema educativo misionero, de todos los niveles y modalidades, investiguen, desarrollen y pongan en práctica una temática de su interés. Permite la articulación de todos los conocimientos bajo el método científico. Pero también es una oportunidad para crecer en valores como el compañerismo, la solidaridad, el respeto, entre otros.


Así, este evento, que es organizado por el Programa Provincial de Actividades Científicas y Tecnológicas (Propacyt), deja año a año enseñanzas a todos los participantes, como así también a toda la comunidad educativa en el sentido más amplio del término.


La historia de los integrantes del equipo de la Epet 18, Hernán, María, Jonatan, Ágata, Federico, Bianca y el profesor Edgardo Doberstein, comenzó cuando se reunieron a pensar en qué podían fabricar en la impresora 3D con impacto significativo en su comunidad.


Surgieron diversas propuestas. Sin embargo, la que logró la atención de todos partía de una historia publicada por una docente de la Escuela 804, de Wanda, María Ramírez.


La educadora había utilizado su cuenta en la red social Instagram para describir el desafío que sentía al animarse a ingresar en un proyecto articulado entre su establecimiento y la Escuela Especial 18 por el que se incluía a un niño no vidente en sus clases. Se capacitó y preparó para estar a la altura de encabezar la misión, pero se encontró con el inconveniente de no contar con material didáctico, en braille, que sustentara la tarea.


Allí es donde apareció la participación del equipo, alentado por su directora, Fernanda Lenguaza.


 


Fuente: El Territorio

DEPORTES