22/03/2018

El ex futbolista René Orlando Houseman, emblema de Huracán campeón de 1973 y campeón del mundo con el seleccionado nacional en la Copa de Argentina 1978, falleció a los 64 años víctima de un cáncer que lo aquejaba desde hace un tiempo.


René Orlando Houseman falleció este jueves luego de darle pelea a un cáncer de lengua que lo tenía a maltraer hace un tiempo, según confirmaron fuentes cercanas al "Loco".


También apodado "Hueso", tenía 64 años de edad y en los últimas semanas varios clubes habían iniciado una campaña solidaria para juntar dadores de sangre.


Resultado de imagen para rene houseman


Reconocido hincha de Excursionistas, Houseman era un extraordinario wing, con una gambeta indescifrable y un personaje muy querido dentro del ambiente del fútbol.


Houseman fue un distinto, y así lo atestiguan las imágenes de su paso por la Selección y distintos clubes.


Curiosamente, debutó en Primera División en Defensores de Belgrano, rival histórico de "Excursio", donde terminó retirándose.


No obstante, su máximo apogeo lo vivió en Huracán, donde integró el histórico equipo que fuera campeón en 1973, con compañeros como Miguel Brindisi y Carlos Babington, y la dirección técnica de César Luis Menotti.


Con la camiseta de la Selección argentina, jugó los mundiales de 1974 y 1978, en el que se consagró campeón con el "Flaco" sentado en el banco de suplentes.


Uno de los primeros en dar a conocer la noticia fue su ex compañero en el equipo albiceleste, Osvaldo Ardiles ,quien publicó el siguiente mensaje en su cuenta de Twitter: "Falleció René. Con lagrimas en mis ojos... Hasta siempre Rene querido. QEPD. Cuantos momentos juntos. Todos mis pensamientos para su familia y amigos".


La AFA también expresó sus condolencias con un tuit desde su cuenta oficial: "La Asociación del Fútbol Argentino expresa su mayor tristeza por el fallecimiento de René Houseman, campeón del mundo en 1978 con @Argentina"


El "Loco" había nacido en La Banda, provincia de Santiago del Estero, el 19 de julio de 1953. Se formó en las divisiones juveniles del club Excursionistas, del cual era hincha, pero por falta de oportunidades debutó en su clásico rival, Defensores de Belgrano, en la Segunda División del fútbol argentino.


Jugaba como extremo derecho, tenía una extraordinaria gambeta, era rápido, astuto y ambidiestro, cualidades que lo llevaron a ser considerado uno de los mejores en su puesto en la historia del fútbol argentino.


A comienzos de 1973 y gracias a César Luis Menotti, fue contratado para jugar en la Primera División de Huracán, donde se convirtió en una de las mayores glorias del club, obteniendo el Campeonato Metropolitano de 1973. También llegó a la semifinal de la copa Libertadores del 1974 y el subcampeonato de 1975.


Integró la Selección argentina desde 1973 hasta 1979, jugando un total de 55 partidos y anotando 13 goles. Jugó el mundial de 1974 y el de 1978, en el que salió campeón del mundo junto al equipo que encabezaba Menotti, en plena dictadura argentina.


Más adelante jugó en Colo-Colo de Chile y en River Plate, entre otros. Su retiro fue en 1985, en el único partido que jugó para Excursionistas.


Su vida alejado del fútbol no fue fácil, debido a diferentes problemáticas con el alcohol que logró superar. En los últimos años, tuvo distintas participaciones en causas sociales, sobre todo relacionadas a la organización villera La Poderosa.


En 2014, viajó con ellos a cubrir el mundial de Brasil y se alojó junto a otros comunicadores latinoamericanos en la favela Santa Marta. En esa oportunidad, dijo: "siempre me genera indignación ver las necesidades que todavía tienen las villas o las favelas en cualquier lugar del mundo. Me duele, porque yo no nací en una cuna de oro; nací en una cuna de barro y estoy muy orgulloso de eso. Viví toda la vida siendo coherente con mis orígenes. Y voy a morir así".


El año pasado, también para La Garganta Poderosa, la revista de la organización, participó de una foto en reclamo por la aparición con vida de Santiago Maldonado. Era el 11 de octubre y la Selección de Jorge Sampaoli, venía por fin de ganarle a Ecuador en unas sufridas eliminatorias sudamericanas camino a Rusia 2018. A esa altura, aún no había noticias del cuerpo del joven de 25 de Mayo.


Finalizado el partido, el "Loco" hacía esta aguda reflexión que lo pinta en cuerpo y alma para la posteridad: "A brindar entonces y a reírse, que por suerte todavía sale gratis, pero guarda, que la barrera no tape el arco: aún tenemos un partido mucho más importante, sin definir, hace 72 días. No hay, ni habrá ninguna satisfacción completa para los argentinos, mientras nos quieran hacer creer que uno puede de repente desaparecer. Ahí sí, bosteros y gallinas, grandes y chicos, ahí debemos unirnos como nos unen las gambetas de Lío y los caños de la Selección. Pues ahora ya sabemos que nuestro país está clasificado: sólo falta que nos digan dónde está Santiago Maldonado".


Houseman regaló alegrías en un fútbol que no suele mostrar muchas sonrisas


Era una época bisagra, en la cual todavía los amantes del fútbol llevaban a sus hijos, nietos, sobrinos, a ver equipos que jugaran bien aunque no fueran hinchas de esos equipos. Por eso muchos pudimos ver en la cancha a tremendos jugadores, a verdaderos cracks como René Orlando Houseman, fallecido ayer tras pelear con una dura enfermedad.


Fue en 1973, cuando Huracán era un concierto de toques y audacia, que un público ávido de buen fútbol pagaba entradas en cualquier cancha (se televisaba un solo partido en directo por semana, los viernes a la noche, y uno diferido los domingos) para ver a ese prodigio que derrochaba ingenio y talento rodeado de futbolistas que marcaron una época: la de recitar de memorias equipos y delanteras.


Así, Houseman pasó de las canchas ralas y sin pasto de la Primera C en 1972 -en donde se cansó de dibujar gambetas en todos los puestos de ataque para ayudar a que Defensores de Belgrano regresara a la B como campeón- a la Primera División sin paradas intermedias.


Y desde la primera fecha de un campeonato Metropolitano inolvidable para el "Globo", se formó la delantera que se dirá por siempre de memoria: Houseman, Brindisi, Avallay, Babington y Larrosa.


La camiseta blanca con el número siete en la espalda y el globo rojo en el pecho saltaría a las páginas de diarios y revistas, con su mirada asombrada y su sonrisa pícara en las tapas de Goles y El Gráfico. Todo el reconocimiento para un jugador distinto, que hacía de la gambeta su herramienta y del engaño que surge de una pisada, un caño, un sombrero, la forma directa de comunicación con los hinchas.


Su aparición en el fútbol grande fue una bocanada de aire fresco en todo sentido, tras el fracaso que arrastraba -por ejemplo- la Selección nacional por quedar afuera del Mundial México 1970. En ese 1973, el seleccionado debía disputar las eliminatorias para Alemania 1974 contra Paraguay y Bolivia. El entrenador era Enrique Omar Sívori, y el "Cabezón" no lo dudó: convocó al "Loco" porque ese era el clamor popular.


Esa aparición fulgurante, ese rayo que llegaba de la Villa del Bajo Belgrano, iba a recibir en pleno rostro los efectos cegadores de "las luces malas del centro", como rezaba aquella milonga rea. Y los debordes en su vida personal comenzaron a ir paralelos a la raya con los desbordes en la cancha. Esas sombras siempre lo acompañaron.


Pero en la cancha era otra cosa. Era, al decir de su técnico-padre en Huracán y en la Selección, César Luis Menotti, parte del ADN del potrero argentino. A pura gambeta y lujos, fue parte de un equipo que ganó y goleó de local y de visitante. Con un gol suyo, con el sello maravilloso de sus amagues en velocidad, el "Globo" le ganó en el último minuto a Vélez en Liniers en un partido durísimo y plantó chapa de candidato cuando todos lo querían bajar.


Osvaldo Ardizzone lo saludó de inmediato en una doble página de El Gráfico: "Shhh, le digo que Houseman no existe, le digo que es el Loco Corbatta". Era una apreciación ajustada en todos los sentidos, que aquellos que habían visto jugar al gran puntero derecho de Racing y la Selección hicieron desde un principio.


En el Mundial de Alemania 1974, clavó un golazo contra Italia que aún causa emoción, en especial cuando el público de esa cabecera se levanta asombrado por la maravilla que acababa de ver. Y cuatro años después, levantaría la Copa del Mundo con el seleccionado albiceleste, en una versión más reconcentrada y tal vez con menos diversión y picardía, sin esos chiches que antes le sobraban.


En 1980 se terminó su romance más largo con Huracán, ocho años seguidos con idas y vueltas en el final. River, de nuevo Huracán, Colo Colo, un equipo de Sudáfrica, Independiente en un fugaz 1984, y su amado Excursionistas para la despedida en 1985.


Pero ninguna estadística reflejará la alegría de verlo jugar en la cancha: una hinchada como la de Boca, que rara vez reconocía con aplausos a un rival (hoy eso ya no existe en ninguna cancha ni hinchada) estalló en ovación a los 40 minutos del segundo tiempo, cuando el "Loco" pisó una vez más la pelota, gambeteó, esperó a sus compañeros y le dio aire al equipo, cuando el Xeneize no lo dejaba cruzar la mitad de la cancha, en busca del empate porque perdía 1-0.


Ganó Huracán esa tarde en el Ducó y le cortó la remontada galopante a Boca de 19 partidos sin perder en ese campeonato de 1975, que tres fechas después festejaría River (después de 18 años). Y los aplausos de las cuatro tribunas fueron para ese pibe de 22 años, pelo largo y medias bajas. René Houseman volvía a demostrar en esa tarde nublada que el fútbol no tiene demasiados secretos. Y que la pelota bien jugada es siempre una expresión de belleza para todos y todas.


 


 



 

DEPORTES