19/10/2017

El segundo del ex ministro Julio De Vido en la cartera de Planificación Federal, Roberto Baratta, fue detenido hoy por orden del juez federal Claudio Bonadio, en la causa por supuestas irregularidades en la compra de gas licuado.


Roberto Baratta, ex número 2 del ex ministro de Planificación Julio De Vido, fue detenido ayer en un departamento de Belgrano, en Capital Federal. Es en el marco de una investigación por supuestos sobreprecios en la compra de gas natural licuado.


Después de enterarse de la orden de inmediata detención firmada por el juez Bonadío horas antes, Baratta fue a saludar a sus hijos. En el barrio porteño de Belgrano, frente a su domicilio, ya estaba esperándolo personal de la policía de la Ciudad.


Sin oponer resistencia, el ex número dos de Julio De Vido fue esposado y detenido en cuestión de minutos. Hoy será trasladado a la Alcaidía de Comodoro Py. Anoche permaneció en la Comuna 12 de la Policía de la Ciudad, de Delitos Complejos.


Hoy se le realizará el ingreso formal al sistema penitenciario federal y estará a disposición del mismo para que se determine a qué Penal será trasladado, decisión a cargo del Servicio Penitenciario en función de la disponibilidad que tenga.


Baratta estuvo en los tribunales de Comodoro Py el 2 de octubre para prestar declaración indagatoria en la causa por la que terminó detenido. Al declarar planteó que la pericia que contó con seis profesionales y que fijó los sobreprecios de más de 6.900 millones de dólares, “se basó en información que no se ajusta a los parámetros del mercado de referencia”, lo que “arroja valores que no son correctos”, refutando así las acusaciones por sobreprecios.


Estos argumentos no fueron suficientes y el juez Bonadío lo encontró responsable de una “maniobra defraudatoria” que generó un perjuicio “millonario a las arcas del Estado”.



Al momento de ordenar su prisión preventiva, el juez dijo que tanto él como De Vido, “son procesados como las personas que diagramaron y mantuvieron en el tiempo la maniobra mediante la cual se perjudicó las arcas del Estado con la intervención de otros funcionarios que dependían de ellos como de empresas privadas que deben ser investigadas en profundidad”.


Asimismo, consideró que dicha maniobra defraudatoria permitió que los dos ex funcionarios, “con su participación en los sucesos, se sortee cualquier control posible pues eran ellos quienes debían velar por el erario público siendo los responsables máximos de las áreas donde ocurrieron”.


El juez Bonadío consideró, en tal sentido, que ambos representan”un riesgo de entorpecimiento de la investigación”, por ello ordenó la prisión preventiva.


Roberto Baratta se desempeñó como subsecretario de Coordinación y Control de Gestión durante el kirchnerismo, y fue uno de los hombres de mayor confianza de De Vido. Juntos son investigados en la causa por las maniobras de defraudación y malversación por $ 26.000 millones que debía dirigirse a la mina de Río Turbio, en la cual deberá declarar el 23 de noviembre.


En el escrito firmado ayer, Bonadío también reclamó la detención de De Vido, cuyo desafuero ya había sido pedido ayer por el juez Luis Rodríguez en la causa por corrupción en la mina de carbón de Río Turbio.


 
De Taxista a millonario


Era el número dos del Ministerio de Planificación Federal. Roberto Baratta tuvo un ascenso tan rápido como impensado. Fue uno de los funcionarios más encumbrados del mundo de la energía. Manejó millones con un estilo similar a Guillermo Moreno, a telefonazo limpio.


Creció a la sombra de su jefe, Julio De Vido, y allí desplegó una carrera cuyo ascenso fue tan rápido como impensado.


Ayer fue detenido por orden del juez federal Claudio Bonadío en el marco de la causa que lo investiga junto al ex ministro de Planificación por la compra de barcos con gas licuado.


Hace 15 años Baratta manejaba un taxi y vendía quiniela. Fue en aquel momento cuando un día entró a un bar de Barrio Norte, como tantas veces. Pero ese día cambiaría su vida. Según contó hace poco tiempo a una fuente judicial que lo escuchó en Tribunales, ni bien ingresó vio a Néstor Kirchner. El hombre lo encaró derecho y le pidió trabajo.


El entonces candidato a presidente le dijo que hablara con Julio De Vido. El ex ministro lo llevó a su círculo íntimo y allí creció. Tuvo un solo techo en su ascendente carrera: su jefe.


Era el hombre más operativo de De Vido en materia energética. “¡Cortá! ¡Te dije que cortés el gas!”, le gritaba a un ejecutivo de una empresa de consumo masivo en medio del crudo invierno de 2006.


Por su despacho pasó gran parte de la relación con Venezuela y toda la importación de combustibles. Ganó centenares de adversarios a quienes maltrató en épocas de charreteras.


La petrolera estatal Enarsa y la empresa mayorista eléctrica, Cammesa, dos sociedades anónimas usadas como sellos para comprar energía al exterior, eran dos de los dominios de Baratta.


Además, fue uno de los que llegó temprano a YPF aquella vez en la que se produjo la estatización de la petrolera. En esas horas, mientras los ejecutivos de Repsol se retiraban por las cocheras, el ahora detenido se instaló en las oficinas más lujosas de la torre de Puerto Madero.


Últimamente, Baratta estaba asustado. Se movía con la certeza de que iría preso. Sin poder desde que cambió el Gobierno y con su jefe sólo sostenido por los cada vez más endebles fueros, el ex funcionario se imaginaba que su vida continuaría en prisión. Los hombres desesperados tienen conductas inimaginables.


Hace poco tiempo, en medio de una discusión de pareja, la novia de un ex colaborador amenazó con revelar algunos secretos. Ahora aquella mujer despechada es propietaria de un pintoresco departamento.


Su desesperación lo llevó a intentar cualquier tipo de arreglo con la Justicia. No hubo caso, la causa ya tenía vida propia. Cuando el poder se escurre, los hombres quedan solos. Y Baratta lo estaba.


Vivía entre su departamento de Belgrano y una oficina en la calle Florida. Eso sí, visitaba periódicamente a De Vido, el hombre que transformó a aquel vendedor de quinielas en millonario.


 


 


Fuente: Clarín


 

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